sábado, 23 de agosto de 2008

HIPOCRESIA POR DOQUIER

La verdolaga es una planta herbácea que crece a sus anchas; si no la detienen, se regará mientras encuentre terreno libre. Lo mismo pasa con la hipocresía, se ha esparcido por todos los ámbitos sociales; desde los más encumbrados oligarcas hasta los de la "gleba una vez insurrecta". Es tan abundante la hipocresía, que ya se siente repugnancia ante las actitudes de los hipócritas. Ya ni la diplomacia queda excluída, que es, a resumidas cuentas, hipocresía aceptada, ya que es cortesía aparente e interesada; habilidad, sagacidad y disimulo.

La ambición desmedida de los seres humanos no se detiene ante ningún valor ético o moral; regla social o pacto honorable; se engaña simplemente por engañar, a veces descaradamente; otras veces con sutileza. En la clase política, la hipocresía tiene un nombre especial: demagogia. Este tipo de hipocresía es más cruel, pues se vale de los sentimientos de los seres humanos; de sus debilidades, problemas y calamidades para lograr apoyo popular.

HIPOCRESIA EN LA VIDA COTIDIANA.

Tanto en las esferas más altas de la sociedad, económicamente hablando (los burgueses industriales, comerciantes y financistas), como en la clase media, la sinceridad es letra muerta, pues la vida social gira en torno a un permanente forcejeo para ascender y mantenerse encumbrado. Es mucho lo que se ha explicado, sociológicamente, la división de clases, analizando bien, nos damos cuenta que cada clase lucha por ascender; por dejar atrás el estatus en que se encuentra; aspira a llegar y a seguir. Mientras más lejos llega, más se aferra a lo logrado y, al aferrarse, todos los sanos valores no tienen cabida en su mundo y tienen que echar mano a los antivalores.

La clase media, principalmente a nivel de la alta pequeña burguesía y la clase profesional,  practica la hipocresía de diferentes formas, todo dependerá de las circunstancias que el momento imponga. La practican entre sí, es decir, de profesional a profesional, entre pequeños empresarios, comerciantes o artesanos. En los gremios que aglutinan conglomerados económicos, aunque el objetivo sea conquistar reivindicaciones, internamente están presentes las ambiciones por dirigir.

LA HIPOCRESIA EN LOS RELIGIOSOS.

¿En qué se diferencian los dirigentes de entidades económicas y políticas, de los dirigentes religiosos en cuanto a la práctica de la hipocresía? Fundamentalmente, en nada; ni siquiera en los objetivos que persiguen con la hipocresía. Fíjense que digo "dirigentes religiosos" y no "los religiosos", aún cuando hay muchos religiosos que no son dirigentes, pero sí usan a las religiones como escudo.

Obsérvese y escúchese a un político demagogo y a un pastor evangélico, uno pronunciando un discurso y el otro predicando. Obsérvense los movimientos y gestos; escúchense las entonaciones y énfasis en frases claves. Tanto unos como otros procuran convencer por medio de la emoción, sentimiento éste que no permite analizar y, por lo tanto, rebatir. Quiere decir que es hipocresía en ambos casos: unos se proponen convencer para obtener poder político, mientras otros convencen para tener en su redil a incautos que representan ingresos seguros, pero también se crea un contubernio soterrado entre política y religión; más bien, entre políticos e instituciones religiosas.

Tanto los políticos como las instituciones religiosas dicen ser defensores de los más pobres; tanto unos como otros, pues, son hipócritas. ¿Por qué en tantos milenios, ni unos ni otros han resuelto el problema de la pobreza?, porque mientras unos entusiasma a los pobres con falsas promesas, los otros le aconsejan conformidad, oración y la parábola que viene como uña al dedo para predicar el conformismo: "más fácil entra un camello por el ojo de una aguja, que un rico en el reino de los cielos". Esta parábola no ha asustado ni un tantito a los ricos de siempre; pero tampoco asusta a los papas, pastores y monseñores, pero sí a los "fieles cristianos" de la base; a los que no pueden contestar a pesar de ser los que mantienen a las instituciones religiosas.

LA DIPLOMACIA ESTA CONTAMINADA.

La diplomacia es una forma elegante, civilizada y generalmente aceptada para lograr objetivos para las naciones. Pero en los últimos tiempos, el lenguaje diplomático ha ido perdiendo su esencia. Es rutinario ver a los poderosos cómo humillan en foros internacionales; cómo amenazan y descalifican, en fin, cómo certifican y califican con adjetivos peyorativos a los países débiles. Pero también vemos presente la hipocresía en las ya archi famosas "ayudas" en préstamos eternos o en misiones disfrazadas de cooperación. Cuando conviene, es empleado el lenguaje diplomático; en todo lo que se hace sólo por conveniencia, está presente la hipocresía.

LA HIPOCRESIA MEDIATICA.

El Cuarto Poder, frase mal empleada y más mal interpretada, ciertamente ha sido en ésta época y en la gran mayoría de los países, un poder al servicio de los hipócritas, demagogos y farsantes. ¿Que estoy calificando a todos por igual?, no. Porque la prensa seria y responsable no tiene poder. El poder lo tienen los medios creados por los poderes político y económico como la más formidable súper estructura para sostener la dominación; para ocultar y tergiversar verdades; para desinformar y crear falsos criterios. Los medios de nuestro país son el ejemplo más acabado, en los países del llamado tercer mundo, de la falsía y la doble moral. Todos son medios independientes, dicen ellos mismos; nadie escribe por encargo (¿quién es capaz de admitirlo?); ningún periodista recibe prebendas de políticos ni del gobierno, pero no les agrada cuando se critica al gobierno por los gastos en propaganda.

Puedo referirme a no imagino cuántos ejemplos más de los escenarios en que la hipocresía ha sentado sus reales. No hurgaré más. Basta con que me crean que hay hipocresía por doquier.

 

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