martes, 25 de agosto de 2009

MÉDICOS INDOLENTES


¿DE QUÉ SE QUEJAN LOS MÉDICOS?

Hay formalidades que se hacen de manera simbólica, como parte de un guión para una escena protocolar y nada más. Me refiero al famoso juramento hipocrático de los graduandos de las facultades de medicina de nuestras universidades, el cual ha degenerado en un juramento hipócrita. ¿Que soy muy exagerado?, creo que sólo uno de nuestros médicos lo juzgaría así. Los médicos dominicanos constituyen la clase más privilegiada de toda la sociedad nacional. Creo que ellos han sacado provecho en demasía al sistema económico que nos rige, injusto como el que más. Y aunque me estoy enfocando en los dominicanos, parece que es lo mismo en todos los países, por lo menos, en los de nuestra región y hasta en Estados Unidos, a juzgar por la enorme cantidad de médicos cubanos que realizan labores solidarias en países que concentran sus médicos en las urbes, y donde los más necesitados no tienen el derecho humano de la salud. Hoy en Estados Unidos, hay 47 millones de ciudadanos sin seguro de ninguna clase y unos 25 millones que sí lo tienen, pero de muy baja cobertura. Eso se debe simplemente a la indolencia del sector médico privado que nada más entiende y vive del lucro.

Que los médicos del sector público merecen un salario justo, es comprensible; pero son pocos los que sólo viven del salario que les paga el gobierno por unas pocas horas de trabajo no diario. Casi todos tienen sus consultorios en clínicas privadas o en algún local independiente, con una pequeña o grande área para chequeos rutinarios con uno que otro equipo modesto, quién sabe si adquirido por sus propios peculios. Que instalados en una clínica privada tengan que cubrir el costo que representa el espacio que ocupan, el uso de las facilidades como sala de operaciones, Etc., también es comprensible; pero ahí se da una injusticia que parte de los propietarios de clínicas, en su mayoría, evasores de impuestos y negadores de servicios de emergencia a cualquier hijo de nadie. Son verdaderos mercaderes de la salud, responsables de la ineficiencia oficial al realizar labores que pueden calificarse de sabotajes contra los hospitales públicos.

"Para eso me quemé las pestañas", es la justificación por excelencia, obviando que, si estudió en una universidad estatal, su costo fue pagado en alta proporción por los ciudadanos; si lo hizo en una privada, también todos los dominicanos pagamos alguna proporción, debido a que todas esas universidades reciben ayuda del Estado, no importa cuán elitistas sean. Que sus especialidades o post grados les haya costado toda una fortuna, podría comprenderse también; pero ¿cuántas veces piensan recobrar esa inversión a costa de quienes trabajan duro para mantenerse vivos?. Pero lo más indignante es que los médicos practican y aprenden con los cuerpos de los pobres; con los cadáveres de los pobres, a quienes luego les niegan el servicio o se lo dan a regañadientes.

Luego aparecen empresas intermediarias de seguros que, por tan sólo administrar los recursos de los asegurados, se llevan una proporción mayor a lo que representan los honorarios médicos, los servicios y los medicamentos, toda vez que no hay una cobertura para las efermedades y medicamentos de mayor costo. Por su parte, un médico establece el precio de su consulta con toda libertad, no hay regulaciones al respecto. El médico cobrará la diferencia o complemento de su consulta de acuerdo a su criterio, lo cual perjudica al usuario, pues el seguro pagará el completivo en base a la tarifa establecida. Luego, si el médico, en un momento dado, decide aumentar el precio de la consulta, en la misma proporción exigirá el completivo al usurario. Llegará entonces el momento en que una consulta se encarecerá tanto, que no sabremos si vale la pena estar asegurado. Nadie nunca ha regulado esta práctica; es un privilegio irritante y perverso.

Nadie controla eficientemente las prácticas médicas. Si acaso las hay, las estadísticas sobre la cantidad de cesáreas por X cantidad de casos, estoy seguro que arrojarían una proporción como la que denunción Hugo Chávez en Venezuela: siete de cada diez. Una cesárea en Venezuela cuesta catorce mil bolívares (cerca de cinco mil dólares y cerca de ciento ochenta mil pesos dominicanos). Ante tan atractivo monto, la ética profesional y el juramento hipocrático, son pura basura. Siempre aparecerá una justificación para practicar cesáreas: de un tiempo a esta parte, casi todos los fetos están a punto de ser ahorcados con el cordón umbilical, o el feto se mueve tanto, que hace una maroma en el vientre y se atraviesam, o bien la mujer se equivocó al informar al médico en los inicios del parto, Etc. Etc. Nadie está en capacidad de contradecir al médico, sus conclusiones son "santa palabra". Después de todo, el dinero tiene que aparecer aunque tenga que hipotecar la casa, vender su vehículo o atracar un banco.

Recientemente acudí a una cita médica. Según mi seguro, debo pagar nada más trescientos pesos por la consulta (aunque no entiendo por qué en otros casos sólo he pagado doscientos), pero el médico, que a los no asegurados cobra dos mil pesos, me hizo pagar quinientos. Me indicó análisis que debía entregarle al día siguiente. Tuve que pagar otros quinientos. Me inició un tratamiento para dar seguimiento al nivel de azúcar, por lo que debí volver al mes siguiente cuando, obviamente, debí pagar otros quinientos. No me indicó análisis de laboratorio para comprobar el nivel de azúcar, sino que me pinchó un dedo y tomó una mínima muestra de sangre. En cuestión de segundos, concluyó: "su azúcar está en buen nivel, no debe preocuparse". A seguidas escribió en un papelito la cifra de RD$200.00, por concepto de esa prueba relámpago y agregö: "pague esto a la secretaria". Pagué los doscientos al tiempo que veía la cantidad de pacientes en espera, por lo menos diez, más unos cuatro que me habían antecedido. Hice un rápido cálculo de los ingresos de ese médico: treinta mil pesos, sólo en consultas de la primera tanda. No sé si lo mismo se repitió en la segunda.

Mientra todo esto ocurre, hay un Colegio Médico que funciona más como sindicato que como colegio, infectado por intereses políticos, nada solidario con los demás trabajadores de la salud, como paramédicos o enfermeras. Cada presidente del colegio, sólo quiere el supuesto prestigio que representa ser su presidente, destacarse en una actividad más bien azuzada por entes opositores de turno. Pero la máscara se le caería pronto a cualquier ex presidente del Colegio Médico Dominicano, si, como ya ha ocurrido, es nombrado como Ministro de Salud Pública. Se aplica, en casos así, que "una cosa es con violín y otra con guitarra". La sinceridad es un mito.

En la próxima entrega, les toca el turno a los abogados, en lo que respecta al reglón alquileres. Hasta luego.