domingo, 13 de febrero de 2011

LA AMISTAD


Quién descubra la verdadera amistad, se encuentra con un tesoro.
Se equivoca quien diga que tiene muchos amigos, si lo mide por tener muchos ralacionados. Todos tenemos pocos amigos,
porque todos no comprendemos el alcance de la palabra amistad. Y es que son tantos los detalles de índole moral que
entran en juego, que afirmar con pleno orgullo y satisfacción tener una verdadera amistad con alguien, es una aseveración que nos expone a desagradables decepciones. La presencia de figuras aberrantes como la hipocresía, la ambición desmedida, el interés particular, el egocentrismo y la indolencia, entre otras, laten activamente en todos los círculos sociales. La esencia de toda verdadera amistad, para mí, parte de la verdadera honestidad y, precisamente por eso, escasea la sincera amistad. Y es que son muchos los conceptos que hay que entrelazar, pues un concepto no puede aplicarse sin otro que le sea consustancial. Así, por ejemplo, no se puede hablar del concepto de honestidad, obviando los conceptos de sinceridad, fidelidad, solidaridad, justedad, ecuanimidad y moralidad, entre otros valores. Como se ve, reunir todas las cualidades señaladas, no resulta cosa fácil, si tomamos en cuenta, no sólo la naturaleza humana, sino también los tiempos de descomposición social que hoy vivimos, en los que hablar de valores nos expone a ser fatalmente ignorados.

Para probar nuestros criterios con respecto a la amistad, es menester realizar un exámen de conciencia retrospectivo. Revisar nuestras actitudes hacia los que hemos considerado ser nuestros mejores amigos; pero al mismo tiempo, cuáles han sido las actitudes de ellos hacia nosotros. Qué hemos dado de nosotros de manera desprendida y auténtica, es decir, sin esperar reciprocidad; pero también si nuestros mejores amigos han hecho otro tanto sin que nosotros se lo hayamos exigido. De todas maneras, aunque no nos sentemos a esperar la reciprocidad, no podemos negar que se siente una agradable satisfacción cuando nos corresponden. Ocurre que la gran mayoría de las que llaman amistades están basadas en aquella frase interesada que reza: "las manos que dan, esperan". Lo que realmente se cultivan son buenas relaciones con el propósito de aprovechar oportunidades, lo cual no debe nunca confundirse con sincera amistad. En los casos de buenas relaciones interpersonales, no siempre están presentes en las tertulias los valores éticos; muchos tienen como propósito ulterior mantener un estatus social que le permita adquirir prestancia y reputación. Pero éstos logros son válidos cuando las relaciones interpersonales son producto de la práctica permanente de valores y no de "cabildeos" en un círculo social exclusivo al que le asocian la prestancia y la buena reputación como elementos inherentes, en detrimento de los demás círculos sociales, considerados como estratos humanamente inferiores.

Para desarrollar y mantener una buena amistad, es indispensable el contacto físico permanente, que es el laboratorio por excelencia para valorarnos. Esto adquiere mayor realismo a propósito de la irrupción de las redes sociales. La amistad a través de las redes sociales, desempeñan un importante rol para darnos a conocer, pero no propician la amistad basada en el interacción cara a cara. Por esos medios se puede decir de todo y, de hecho, se dicen muchas cosas bellas y ofensivas también; pero siempre se dice lo que no se diría cara a cara. Es necesario el roce permanente para poder ver la mirada evasiva o fija y penetrante y ver los gestos; oír los acentos y tonos de voz que delaten la sinceridad o la falsía y la ironía; para sentir el abrazo o el apretón de manos que,  fuertes o débiles nos transmiten seguridad o desaliento . Es preferible el silencio del amigo fiel, que las palabras inseguras del simulador que siempre pregonará falsamente el sentimiento de amistad.

La amistad, como el amor entre dos seres, es un sentimiento íntimo de doble vía; pero es de múltiples vías y masificado, cuando se trata de la especie humana en su conjunto. El concepto de solidaridad entre los pueblos de diferentes países, forman una madeja que los va uniendo con propósitos comunes, como por ejemplo la paz, por lo cual no debe verse a nivel de los gobiernos que sí pueden ser antagónicos y belicosos. Sin embargo, los antivalores inherentes a la especie humana, como la xenofobia y la vergonzosa división de clases, distorcionan la esencia del concepto que encierra la frase "amaos los unos a los otros".

En los círculos sociales exclusivistas, el concepto de amistad es inexistente; está supeditado a lo que representa el individuo  dentro del círculo y variará en la medida que varíe lo que representa. En los círculos de clase media, el interés particular también es determinante, toda vez que se trata de una pugna por ascender socialmente, lo cual incide negativamente en la fidelidad en el momento que se presentan las oportunidades. Lo que sí puede haber es mucho compañerismo, pero igualmente vulnerable por la competencia, concepto éste último que es visto como normal dentro de esa lógica clasista y que asegura un reconocimiento si se triunfa en esa competición por ascender, sin importar los medios. En cambio, en los estratos más bajos de la sociedad, suelen darse casos de sincera fraternidad dadas las condiciones materiales de existencia compartidas, en que los sentimientos afloran con mayor facilidad dada la cruda realidad. Pero por otro lado, dentro de esos mismos estratos, esa realidad que debe ser unificadora, se torna en frustraciones y desesperanzas que se manifiestan de diferentes formas que van, desde una simple riña entre dos beodos, hasta desgracias violentas entre familias o proliferación de los vicios más peligrosos. El caso es, que en todos los estratos sociales, hay condicionantes para una sincera amistad, lo cual es caldo de cultivo para la vileza y la traición.

Mientras tanto, San Valentín hace su agosto en febrero. Llueven las felicitaciones y las expresiones que cada año se multiplican por la facilidad de las redes sociales. Y yo, que tengo mi corazón abierto para todos, los invito a entrar a él, que no conoce ni odio, ni rencor, ni traición. FELICIDADES PARA TODOS. (Pero sin regalos. Todo está muy caro).