domingo, 13 de marzo de 2011

CEGUERA, SORDERA Y AMNESIA: MALES DE LOS DOMINICANOS

La conciencia de los dominicanos parece dormir un sueño eterno, lleno de trágicas pesadillas incapaces de hacerla despertar. Intentos fracasados por despertar han habido; pero esa parte sana de la conciencia que ha querido despertar, ha sido cercenada por los malsanos intereses del poder dominante que en cada coyuntura especial se las ha arreglado para imponerse. Con una innegable capacidad para ilusionar, crea falsas espectativas que, al no cumplirse, la consiguiente desilución no provoca la búsqueda de auténticas alternativas, sino que, encerrados en un círculo vicioso, los ciudadanos se deciden por un nuevo proyecto que resulta ser igual de ilusionista, toda vez que se enmarca dentro del mismo sistema dominante, el cual exhibe varias facetas de formas, pero con el mismo fondo.

Realmente se quiere ver y, al mismo tiempo, no se quiere ver. Hay como una especie de resignación y aceptación del status quo que nos presenta una alternabilidad percibida por la población como algo natural e irremediablemente imposible de combatir. A pesar de que hay alternativas ya actuantes en otros países, que exhiben logros en cuanto a mejor distribución de las riquezas, mejores índices de desarrollo humano y calidad de vida debidos a funcionales políticas en educación, salud, alimentación y cultura, en nuestro país se observa una actitud recelosa hacia esos países. Pero eso ocurre, entre otros motivos, precisamente por los fracasados intentos del pasado por darnos un sistema independiente y progresista; pero también por el vacío de liderazgo auténtico y perseverante; como también por la permanente ofensiva que, mediante la propaganda que estigmatiza, lleva a cabo la dominación.

Hoy vemos la real posibilidad de que regresemos a una presidencia repudiada en el pasado reciente. La memoria falla una vez más. Veremos entonces cuando, a mitad del período, se esté maldiciendo de nuevo a esa presidencia y recordando a la que hoy se repudia con la misma nostalgia que hoy se recuerda a la que aquella vez se repudió. Ese círculo vicioso no deja ver a quienes, de buena fe, presenten nuevas alternativas; se desconfía de todo nuevo proyecto o se recibe con reservas. Los políticos tradicionales se mantienen vigentes, mientras el sector que supuestamente los adversa pretenden ser alternativas aisladas, incapaces de aglutinarse en un frente sólido y homogéneo con una propuesta seria y viable. Lo que se pone de relieve es un afán de protagonismo y, claro está, el afán por participar del pastel que se le asigna mediante ley presupuestaria.

El papel desempeñado por los medios de comunicación de masas, ha dejado mucho qué desear, toda vez que han servido más a ayudar a girar en el círuclo vicioso que a crear conciencia. Los periodistas y medios que han estado realizando una labor más consecuente, no han podido influír en una búsqueda de alternativas, pues sus mendajes se limitan a la crítica presistente, cuidando la parcialización que lo apartaría de la supuesta independencia que le impone un código de ética conveniente según las circunstancias. Pero además de todo eso, hay que estar concientes de que los grandes medios son propiedad del poder dominante y, por tanto, los periodistas trabajan para ellos. Con la sartén por el mango, el poder dominante tiene el control de lo que se dice y cómo se dice; el control de la educación pública y privada en todos los niveles. Aunque estamos en la era de la informática y un desarrollo inverosímil de la tecnolgía, no hay una proporcionalidad entre tales logros y el sistema educativo vigente.  Proliferan los ordenadores, los centros de internet y la telefonía móvil dotada de sorprendentes recursos tecnológicos; pero nada de eso se traduce en saber más, en ser más cultos, sino en ser más consumidores compulsivos y, simplemente, más "modernos".

Tenemos una intelectualidad de pasarela, perseguidora de premiaciones y siempre proclive a la jactancia de sus logros literarios. Viven inclaustrados en su muy particular círculo, presentando sus obras y criticándolas entre sí; obras que pueden reflejar el pensamiento, pero no el sentimiento. Escribir y hablar es muy fácil; actuar en consonancia con lo que se escribe o se habla es lo dificil. Esos son una buena parte de nuestros intelectuales. Muchos viven en la opulencia, escribiendo en favor de una cultura que no les encaja y es por eso que no son consecuentes con el propósito de todo intelectual serio y comprometido con la sociedad. No han sido capaces de luchar hasta lograr que los libros de textos en las escuelas sean los más óptimos para la enseñanza. El egoísmo parece impedirles abogar porque libros tan completos para el estudio de nuestro entorno geográfico y social, como "De Cristóbal Colón a Fidel Castro: El Caribe, frontera imperial" y "Composición Social Dominicana", ambos de Juan Bosch, sean textos obligatorios en las escuelas dominicanas.

Mientras se comportan así quienes están dotados de un intelecto privilegiado, los vicios, el auge del narcotráfico, la corrupción y el tráfico de influencias hacen de las suyas en su carrera destructiva. Todo esto se ve como normal. Los vicios deshumanizan, la corrupción es necesaria para el proyecto politiquero, un narcotraficante mueve demasiado dinero como para hacer ricos a muchos políticos y a autoridades públicas a cambio de protección. Entonces, paradójicamente, aunque todas esas aberraciones que padece la sociedad dominicana, son motivos de sobra para producir un cambio en el sistema político-social, los dominicanos lucen más aferrados al sistema bipartidista impuesto por la dominación hegemónica. Parece ser que están automatizados para actuar en una sola dirección, de manera que no les permite ver, recordar su historia más reciente u oír los mensajes de alerta sobre el futuro de la Nación. Estamos hablando de una masa dormida y de una ausencia de liderazgo auténtico. Por inercia, algún día llegaremos.