lunes, 22 de febrero de 2010

CARESTIA SIN LIMITES ANTE EMPLEOS Y SALARIOS LIMITADOS

Poder adquisitivo es la capacidad de una persona para comprar bienes y servicios en variadas cantidades y hasta a altos precios. Obviamente que el nivel de ingreso es lo determinante. En tiempos de  inflación y, pero aún, de híper inflación, se reduce el poder adquisitivo para los asalariados, los pequeños productores, artesanos, Etc.,  mientras que los empleadores, comerciantes y profesionales liberales en algunas disciplinas, tienen la oportunidad de incrementar sus ingresos. Los salarios nunca se incrementan de manera proporcional a la inflación, lo cual no resuelve nada, pues el comercio aumenta de nuevo los precios tan pronto se incrementan los salarios, convirtiendo la actividad económica en un círculo vicioso que llega a un punto, como en el que hoy nos encontramos, en que los mismos empleadores se resisten a elevar los salarios, al considerarlos como un costo de producción que reduce sus ganancias.

Llegado a este punto, cabe preguntarse si no sería lógico controlar la inflación ante un estancamiento o congelación de los salarios. Todavía nadie explica cómo se puede aceptar aumentos en los precios de los bienes y servicios, con un desempleo creciente y los salarios inmóviles. Aumentan todos los bienes de consumo en época de crisis mundial y se da la paradoja de que los ricos son más ricos en medio de la crisis. La clase media va descendiendo hacia estratos más bajos dentro de su propia clase y hay quienes se han arruinado totalmente. Esa clase media que otrora representaba un 35%, disminuye porcentualmente y crece el 60% que antes representaban los pobres y pobres extremos, mientras el 5% que representan los ricos se mantiene intacto; es decir, que los ricos no pierden nada con la crisis, por el contrario, se enriquecen más.
A los accionistas de las grandes empresas hay que asegurarles ganancias a pesar de todo. Hay que presentarles presupuestos con superávit aún haya que especular. Las regulaciones gubernamentales son un mito, es el objetivo del neoliberalismo troglodita. Dirán que nadie dejará de consumir a pesar de los bajos ingresos, pues saben que están ante una sociedad consumista, que se atreve a comprar menos alimentos para comprar más moda (ropa, celulares, Etc.) inducidos por ellos mismos con sus propagandas en los medios. Cuentan, además, con las remesas que reciben las familias, las cuales sustituyen el ingreso perdido con el empleo y que se mantendrán aún sean en menor proporción.

Ciertamente, el consumo es una imposición muy sutil. Consumimos tanto por impulso, como por verdadera necesidad. Si nos fijamos bien, las familias tienen que gastar en los principales renglones, digamos que en los indispensables, sumas adicionales que, en una situación de normal prestación de servicios, esos gastos adicionales no se producirían. Por ejemplo, hay que gastar en la compra e instalación de un inversor o una planta eléctrica, por la falta de un servicio de electricidad eficiente. Pero el inversor, a su vez, provoca una aumento en la facturación de la electricidad, toda vez que consume energía para cargar las baterías; como también la planta eléctrica genera un gasto en combustible cada vez más caro, más el mantenimiento. El servicio de agua, de ser eficiente y la calidad óptima, no habría necesidad de comprar agua purificada, como tampoco necesidad de adquirir una bomba, que consume energía, más un depósito de agua (tinaco).

La educación privada, aunque extremadamente cara, capta estudiantes hasta de un segmento de la clase media que se resiste a admitir que no puede pagar por ese servicio y, tanto por aparentar bienestar, como por un sincero sacrificio por proporcionar a sus hijos una  mejor educación, los mantienen en los colegios elitistas. Eso es consecuencia de la incorrecta política educativa del país, que no es más que una expresa política para facilitar el avance del neoliberalismo, lo cual no es exclusividad del acutal gobierno. Todo estudiante de secundaria que haya estudiado en un colegio privado, encontrará contradictorio que estudie en una universidad pública; por lo tanto, el sacrificio de los padres tendrá que seguir.
Por último, aunque faltan muchas cosas más, la salud. El gobierno ha querido proporcionar a la población de un sistema de salud moderno, para ponerse a tono con las políticas globales en esa materia. Pero una cosa es la buena intención y otra, muy distinta, es la vorágine de los intereses movidos también por el neoliberalismo. Una Seguridad Social selectiva, no sólo no es justa, por su sentido mercantilista, sino que produce un efecto contrario o igual a lo que se pretende lograr, es decir, al verdadero espíritu de la ley, que pretende abarcar a toda la población, desde los indigentes hasta el más encumbrado ciudadano. La cobertura de un seguro estará en proporción directa con el poder adquisitivo; la calidad del servicio también estará en función de la categoría del usuario. Luego todo sigue igual, pues antes de la ley, era justamente así: mientras más puedo pagar, más y mejor servicio tengo. De igual manera y a pesar de todo, para una enfermedad crítica o terminal, se procederá con el mismo criterio que siempre existió. Los medicamentos son cubiertos parcialmente dependiendo de su precio. Así, para la diabetes, cáncer, SIDA, leucemia, glaucoma y algunos etcéteras, simplemente no cubre ningún medicamento. Las diferencias que se pagan por las consultas y los exámenes o análisis, con honrosas excepciones, son mayores que lo que hace un par de años se pagaba por una consulta completa. Y tanto que falta para que el salario mínimo llegue aunque sea a diez mil pesos, cuando ni siquiera con veinte mil sería suficiente.

Se cierram los ojos ante una situación de precariedades. Se quieren volcar a "ayudar" cuando ocurren tragedias de la Naturaleza y hasta hay quienes exhiben un protagonismo previamente calculado. Pero la tragedia de una población ubicada en un nivel de pobreza angustiante, es también una tragedia colectiva y además permanente,  la diferencia es que no se quiere ver como tal, no sólo porque no impacta como lo hace un terremoto o un huracán, sino porque se sienten compromisarios de tal tragedia por vía de la corrupción que saquea constantemente los recursos que se generan, precisamente,  para enfrentar esa tragedia.

Recuerdo a Tomás Pujols Sanabia, un comentarista radial que en 1965, en los meses previos a  la Guerra de Abril, ante los escándalos de corrupción del Triunvirato, terminaba sus comentarios con esta frase interrogativa: "¿HACIA DÓNDE NOS LLEVARÁN ESTOS CAMINOS?".