jueves, 18 de febrero de 2021

Lo inhumano de los humanos y la aritmética elemental


Según La Biblia, tras la creación de Adán y Eva, Dios les ordenó: CRECED Y MULTIPLICAOS, por lo que Dios quiso decir que se reproduzcan muchas veces, de manera progresiva y rápida para poblar La Tierra. Como nada más involucró suma exponencial, la división y la resta no estaban, aparentemente, previstas porque no estábamos supuestos a morir; es decir, a reducir la población humana. Pero, sin ser impuesta kpor Dios, apareció la división que, automáticamente implicó restar, porque de ella se derivó la muerte con el caso de Caín y Abel, episodio que dio riendas sueltas a los enfrentamientos entre humanos.

No hay, desde el punto de vista teológico, otra explicación del comportamiento humano. Pero, desde el punto de vista de las ciencias sociales, entran en juego otros elementos que tienen que ver con la subsistencia individual, de las condiciones materiales y los efectos sicológicos que de ello se desprenden. La multiplicación impuesta por Dios, no  estaba supuesta, repito, a causar divisiones y luchas para obtener espacio físico sin carencias para la alimentación, el uso del agua y el aire, vitales para la existencia de la biodiversidad, que incluye a los humanos; pero elementos subyacentes en la naturaleza humana, afloraron como factores determinantes para el derrotero de la Humanidad hasta nuestros días y más allá. Esos elementos que afloraron para dañarnos son, sobre todo y entre muchos otros, el egoísmo y la envidia que desencadenan aberrantes actitudes y comportamientos, hasta constituir la maldad o, en su máxima expresión, que es la perversidad humana.

Lo inhumano lo genera el propio ser humano, porque es el único ser viviente capaz de atentar contra su propia especie; lo hace con conocimiento de causa, con odio, alevosía y sin piedad; todo a pesar de su exclusiva y privilegiada inteligencia, la cual puede verse neutralizada por efectos de índole síquico. Pero no hay duda alguna que el instinto de conservación, que se supone en favor de la vida, también se torna en instinto para conservar poder y supremacía  socialpara presumir y avasallar mediante la posesión y acumulación de riquezas. Entonces aparece la división vinculada, más bien, a la sociedad en clases sociales que marcan asimetrías entre una clase y otra.

Los recursos de que dispone el planeta para sostener la vida humana, unos abundantes y otros escasos, son cada vez más disputados; tanto así, que producen discordias que terminan en guerras sangrientas y desgarradoras. A semejante aberración la clasifican como “arte de la guerra. Y aunque esa clasificación se deba a una serie de tácticas y estrategias producto de la genialidad y el talento, no la salva de ser también una crueldad y una aberración. No tengo dudas de lo que digo, si añado ejemplos, como las armas de destruccion masiva cada vez más modernas, aterradoras y fulminantes, gracias a la inteligencia humana aplicada a la investigación científica y tecnológica. La industria de las armas genera crecimiento en las economías de los países productores, para producir endeudamiento y pobreza en otros; práctica inhumana de parte de los humanos.

Si desde Adán y Eva hasta nuestros días, la multiplicación de los seres humanos ha resultado en una explosión demográfica, tal vez no imaginada ni por el mismo Dios, el libre albedrío bíblico se exacerbó de manera tan sublime, que ni la división, como operación aritmética inversa a la multiplicación le resulta suficiente a los propósitos macabros de los perversos egoístas; por lo que prefieren acudir a la resta, mediante métodos de extinción rápida e inhumana de etnias y pueblos enteros, no sólo con los bombardeos; también se les priva del agua, les envenenan el aire y le provocan enfermedades y hambrunas con políticas de bloqueos y sanciones asfixiantes. Y esto no es obra de marcianos ni otros seres vivos, sino de nuestros propios semejantes. He ahí lo inhumano de los humanos.

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