sábado, 26 de junio de 2010

¿QUÉ SON NUESTROS PERIODISTAS? (1 de 2)

No soy periodista, sino usuario de medios. Como los programas de radio y televisión, así como la prensa escrita, van dirigidos a la población, es ésta última la que debe estar en mejor capacidad para valorar a nuestros comunicadores y a sus medios y, yo como ciudadano, intentaré hacerlo. Realmente, no sólo a los periodistas se le debe echar en cara la falta de ética. En la época actual, a la cual hemos llegado con todos los valores distorcionados por el afán de lucro; ese afán que no repara ni siquiera en el valor de la propia familia como institución primaria y determinante para la paz de la Humanidad, cada vez más se ensancha el egoísmo fomentado por el consumismo que pone a competir a los seres humanos entre sí. ¿Por qué, entonces, me refiero preponderantemente a los periodistas dominicanos?; ¿por qué, si la crisis ética es casi colectiva?. Simplemente por lo que representa para una sociedad cualquiera la Comunicación Social. Pero quiero, antes que nada, hacer las salvedades de lugar, pues no pretendo dejar a un lado las menciones que corresponden a la máxima de que "toda regla tiene su excepción". Sin embargo, no dudo en decir que son muy pocas las excepciones, por lo menos, en mi país.

No voy a callar el hecho de que dedico más tiempo a informarme de medios extranjeros; que el menor tiempo se lo dedico a programas nacionales escogidos; mas no solo porque quiera oír lo que me gustaría escuchar, sino porque me considero apto para captar el profesionalismo, el cual envuelve, a saber, la ética, la moral, la coherencia, la objetividad, la mesura, la forma, el respeto al usuario, el manejo de las fuentes, el uso del lenguaje y hasta el tono de la voz. No incluyo la imparcialidad porque nadie la practica; sin embargo hay que cuidarse de reflejar su parcialidad de manera expresa e intencional, cargada de incongruencias, cuando de informar con objetividad se trata. Todo, en favor de lo justo. Y son, precisamente, todos los que acabo de mencionar, los elementos de los que adolece la mayoría de nuestros comunicadores. Vuelvo a recordar que hay excepciones y que no soy periodista, sino usuario de medios.

Con frecuencia volcamos toda la indignación, desencanto y frustraciones hacia nuestros políticos que, realmente se lo merecen y son, además, la principal materia prima de las noticias. Sin embargo, es en los medios y en la clase periodística que reside la clave de cómo le llega el perfil o la imagen de un político; pero también de cualquier ciudadano que sea noticia, pues dicha clase tiene en sus manos la capacidad de manipulación. Al margen de los propietarios de grandes medios, cuyas características e intereses ya son harto conocidos, vemos cómo nos encontramos con articulistas y productores de programas que son más negociantes de la comunicación que servidores sociales; plumíferos y parlanchines al servicio de políticos o entidades políticas, cazadores de "exclusivas" que luego manipularán a conveniencia de quien mejor les pague, llegando incluso a omitir en función de la "prestancia" del personaje o familia involucrados.

Esa capacidad de manipulación logra "pegar" programas maratónicos que mantienen todo el dia a la población en estado de saturación, identificándose con nombres sugestivos como "El Gobierno de la Mañana", el cual regresa a las pocas horas con su segunda versión de "El Gobierno de la Tarde", ambos verdaderos shows de mal gusto, en los que pretenden vender pluralidad. Pero el colmo es que a uno de ellos se le ocurrió proponer un "Gobierno de la Noche".  Otros "Poderes", con presencias mañanera y vespertina, producidos por magnates a uno de los que ya no le dedico ni un minuto por la prepotencia y su creencia real en que él, particularmente él, es verdadero Cuarto Poder, a quien todos hemos visto tratar con poca cortesía a algunos de sus panelistas invitados y hasta interrumpir la entrevista. Y así, sucesivamente, podrían señalarse a periodistas de la "época de oro", por llamar así a aquella época en que muchos de los aún vigentes nos vendieron un patriotismo que ha resultado ser un anti balaguerismo de oportunidad, pues hoy son radicalmente opuestos a lo que fueron o dijeron ser. Recuerdo una vez más: no soy periodista, sino un usuario de medios.

Así como los artistas tienen que reflejar una imagen y un estado de ánimo digeribles en el escenario, ni más ni menos debe ocurrir con un comunicador ante las cámaras y micrófonos; sin embargo a muchos de nuestros comunicadores se les va el Cuarto Poder más arriba de la cabeza y  a la  sana discusión la convierten en intriga; la cordura en prepotencia; el respeto en ofensa o el profesionalismo  en vulgaridad. Entiendo que, al decir la verdad en una sociedad acostumbrada al cúmulo de falsedades, hipocresía, engaños y desengaños, se descuiden las formas como consecuencia de la justa indignación, lo cual debe ocurrir a partir de un comunicador que realmente sienta la indignación, pues sabe que eso mismo está sintiendo la sociedad a la que comunica; pero fingir indiganación o, más bien, indignarse ante acciones que en un momento dado defendió o ante las que hizo mutis, es una falta garrafal de moral, cuya consecuencia no debe ser otra que el rechazo de la sociedad y la negación de toda credibilidad. Sin embargo, la audiencia sigue ahí, en muchos casos hasta fascinada al punto que llegan a olvidar horrores del pasado. Eso se llama manipulación colectiva no casual. Otra vez: no soy periodista, sino un usuario de medios.

Como no hay peor ciego que el que no quiere ver, pocos notan cómo está minado de pedigüeños el firmamento periodístico. Lo que ocurre es que hay pedigüeños educados y pedigüeños arrastrados. Escribir un artículo lisonjero, es pedir favores. Cabildear una entrevista a un político "prestigioso", es "ponerse donde el capitán lo vea", que es lo mismo que pedir de manera diferida. No atacar a un político y así hacérselo saber, también con eso se está pidiendo. Esto ocurre no sólo con periodistas de a pié, sino hasta con ejecutivos y editorialistas, que son los que lo hacen con mayor y sutil elegancia. Pero todo eso no lo percibe con facilidad la población como sí lo percibe cuando alguien de la gleba se arrastra con salamería ante políticos hasta de poca monta. ¿Cuántos, periodistas o no,  se estarán dando por aludidos? ¡Huuuuú! 
 
En la próxima entrega, hablaré de las excepciones y, según mi parecer, el por qué de ellas.