jueves, 11 de enero de 2024

LA CALIDAD DE MI VOTO

"Siempre expresa y mantén lo que crees,
mientras no estés convencido de lo contrario."

Estamos nuevamente inmersos en un proceso electoral. Aún cuando difieren bastante de aquellos que se sucedieron entre 1966 y 1978, a los cuales Juan Bosch calificó de "matadero electoral"; así como de los de 1990 y 1994, fraudulentos como los antes citados, los actuales no son democráticos, en el sentido verdadero de la palabra. Si nos enfocamos en el aspecto estructural del montaje, el elemento "fraude" se dificulta, por cuanto toda la logística ha sido modificada y adecuada a las exigencias de transparencia de los nuevos tiempos; pero en lo que se refiere al aspecto de los derechos a ser elegido cualquier ciudadano apto para aspirar, así como lo que se refiere a la promoción de los candidatos, nos encotramos con trabas económicas que hacen inalcanzable una candidatura. La ausencia de democracia comienza en el seno de los propios partidos, donde corre el dinero y el padrinazgo como pre requisito para aspirar: si no tiene con qué y con quién, no se moleste en aspirar, por más preparado que esté, a menos que sea una persona muy carismática, en cuyo caso, se aprovecharían de esa condición para lograr sus objetivos los que tienen los recursos económicos disponibles, atando al candidato a un compromiso inquebrantable.

Ante un país polítocamente analfabeta, el voto cualitativo solo se da cuando hay una opción fundamentada en principios, seria; que refleje autenticidad. Eso ocurría cada vez que los dominicanos votábamos por el PLD, entre 1978 y 1996, y aunque en este último año se dió la famosa alianza con Balaguer, aún se confiaba en los principios y la mística de ese partido, a la sazón, con un candidato diferente, calificado por su candidato tradicional como "mina de oro". Pero el tiempo y la experiencia han demostrado, que inspirar confianza no es suficiente para decidirse a votar por un candidato, pues la vida política dominicana se ha desenvuelto en medio de frustraciones, engaños, falsías e hipocresía.

Las próximas elecciones serán para elegir a legisladores y autoridades municipales. La cantidad de estos funcionarios va en aumento, en un país de tan sólo 48,442 kilómetros cuadrados y 9 millones 800 mil habitantes, tiene 32 provincias, esto es, en promedio, 1,514 Km2 por provincia y 202.3 habitates por Km2; mientras que Cuba, con 110,922, Km2 y 11 millones 500 mil habitantes, sólo tiene 14 provincias, en promedio, a razón de 7,923 Km2 por provincia y 103.6 habitantes por Km2. República Dominicana cabe 2.3 veces en la isla de Cuba y 78.4 veces en Argentina, con tan sólo 23 provincias en 3 millones 800 mil Km2. y 40 millones de habitantes, 165,217 Km2 por provincia y 10.52 habitantes por Km2. Con propósitos puramente electoreros, se han incrementado los números de provincias y municipios, lo cual representa, en términos económicos, un verdadero desastre político-administrativo que nadie garantiza se vaya a detener mientras prevalezcan los criterios actuales.

Pero, además de la corrupción que de por sí genera lo antes dicho, los privilegios que se han "justificado" son irritantes. Los legisladores se incrementan los salarios alegremente y nunca se ha escuchado a alguno de ellos, por más serio que diga ser, oponerse a los aumentos salariales y emolumentos que se proponen. Lo mismo y, quizás más irritante, ocurre con los regidores, toda vez que no están supuestos a percibir salario propiamente dicho. Hoy, un regidor no tiene que reunir las condiciones que en otras épocas se requerían y, económicamente les va mejor que a cualquier profesional de cualquiera de las áreas del saber. Se puede ser regidor y mantener su trabajo normal, al tiempo que gozan de privilegios que otorgala condición de miembro de un gobierno municipal.

Hemos llegado a un punto que parece no tener retorno en el corto tiempo: las masas siguen creyendo en nuestros políticos muy a pesar de todo; asisten a sus convocatorias, los defienden con pasión y votan por ellos, porque todavía los electores creen que el candidato se compromente de manera personalizada con cada votante. A pesar de los desaires post electorales, las elecciones son siempre caldeadas, desbordan las pasiones y hasta ponen al país en vilo. Los que hemos aprendido la lección estamos en el deber de estimular a otros a unir voluntades para enfrentar a la degeneración política que también nos degrada como nación y como ciudadanos. Si no hay calidad en los candidatos, no se puede hablar de calidad en el voto; es un voto manipulado e inducido con el mismo engaño y la misma demagogia de siempre.

Mi voto debe tener CALIDAD, o no voto. Pensemos así, dominicanos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario